Los tópicos son “aquellos como manantiales de donde debemos sacar las pruebas” asegura Quintiliano (lib. IV, cap. X, Institución oratoria). Esto los ubica dentro de la primera de las operaciones del discurso retórico: la inventio, es decir, el momento más importante en la construcción de cualquier acto de habla o de creación.
Los tópicos también se conocen como “lugares comunes”, la vida cotidiana en todos sus niveles está atravesada por los lugares comunes. Repetir definiciones y ligarnos a esas definiciones como verdaderas, ciertas o mejores, es parte del proceso de la tradición.
Decir que “el amor lo puede todo” es un tópico que proviene del sistema de valores originado durante el siglo XVIII, y es un tópico que continúa moldeando las realidades mentales y prácticas de millones de personas. Baste decir que bajo este supuesto mucha gente contrae matrimonio o lo disuelve; bajo este precepto se diseñan tarjetas de obsequio; porque “el amor lo puede todo” la campaña de Sprite nos muestra en televisión a una serie de enamorados que ilustran tanto este tópico como el que dice que la pasión amorosa es incompatible con la inteligencia, otro lugar proveniente de la tradición romántica. Como vemos en este breve ejemplo el amor como tema puede ser construido de maneras muy distintas, dos de ellas son “el amor lo puede todo”, y --diríamos a la mexicana-- “hormona mata neurona”.
Lo que resulta interesante respecto a los tópicos es que en sí mismos constituyen fórmulas endurecidas con el tiempo y la repetición, que al mismo tiempo son sustituidas cada vez que las sociedades y las culturas sufren vuelcos profundos, por ejemplo ahora muchas personas creen en dos cosas 1) El amor lo puede todo y 2) El dinero lo puede todo. Hay objetos y discursos y diversos actos que refuerzan ambos tópicos, el asunto es que vistos así sabemos que se excluyen, sin embargo, al sintetizar estos tópicos lo primero que sucede es que los “vemos” como lo que son convenciones endurecidas por su repetición, por su reforzamiento, pero no son verdades absolutas.
Apelar a un tópico no sólo es necesario, sino que es ineludible. Los tópicos son relatos condensados cuyo peso específico es tal, que cualquier audiencia los reconoce. Ahora bien, los lugares comunes sirven para hacer aceptar o hacer rechazar cualquier propuesta, si el creador hace conciencia de los tópicos identificándolos y comprendiendo el argumento al que sirven, podrá no sólo reconocer un tópico cuando lo vea, sino que lo hará conscientemente, así evitará repetir, imitar ciegamente, descubrir el “hilo negro” de la creatividad, éste será el principio del camino hacia la constitución de un “estilo” personal o ideolecto que lo distinga del resto de los creadores.
“Porque así como son inútiles las flechas al que no tiene blanco fijo, así son superfluos los argumentos cuando no se considera de antemano para lo que sirven, y esto es lo que no puede aprenderse con las reglas. De donde se sigue que los que aprendieron por unos mismos preceptos usarán de los mismos argumentos; pero los que inventan discurrirán cuál más, cuál menos.” (lib. IV, cap. X)
Mariana
ResponderEliminarMe parece oportuna tu reflexión sobre los tópicos, asì como las citas y ejemplos que propones. Saludo además la apertura de tu propio blog. Lo estaremos visitando regularmente. Saludos
Alejandro Tapia
Muy acertivo e ilustrativo, al igual que persuasivo, espero poder asistir a vuestro taller en las tierras hidrocálidas.
ResponderEliminarConsidero a la noción de tópico una de las más ricas y complejas de la retórica. A la noción de tópico que subyace al texto de Mariana y que tiene que ver con una tópica histórica similar a la que estudia Curtius, habría que agregar otras:
ResponderEliminartópica como método de creación.
tópico como lugar común,
tópico como área mental y tópico como esquema mental. Estoy iniciando un esfuerzo por tratar de sintetizar esto,¿me sugieren lecturas al respecto?
Toño