jueves, 20 de septiembre de 2007

¿Locus, tema, motivo?

Los lugares comunes, entendidos simplistamente, desprestigiaron a la Retórica como teoría del discurso. Durante el siglo XX se han desarrollado con intensidad los estudios comparatistas, la Literatura Comparada rebasa, o mejor dicho, obvia las fronteras de las historias literarias nacionalistas en busca de la Literatura Mundial. Así un comparatista como Erich Auerbach obsequia a Occidente con un estudio en el tiempo de la literatura europea, en su obra Mímesis (México: Fondo de Cultura Económica), donde revisa la representación de la realidad en las diversas tradiciones que conforman la "cultura europea", así, en torno a un tema o problema se reúnen diversas lenguas en distintos momentos de la historia de Europa. Los temas resultan de esta forma de gran utilidad para los estudios comparatistas y dejan ver que los nacionalismos en muchos sentidos limitan las posibilidades de comprender fenómenos imposibles de acotar a una específica tradición localista. La tematología surge como disciplina que se aboca a estudiar este "objeto" que se encuentra constituyendo a las obras literarias y artísticas y no sólo artísticas. El primer problema para la tematología será definir su objeto de estudio: Locus, tema o motivo, fueron términos que aparecían en la obra de algunos estudiosos --y de cuya inestabilidad llamó la atención, entre otros, Vladimir Propp en su famoso trabajo estructural sobre el cuento folclórico ruso.
Para aproximarnos y sumirnos en esta problemática revivificadora de los "tópicos", los invito a revisar el siguiente artículo de Miguel Á. Márquez de la Universidad de Huelva, para que los interesados en este taller se adentren en lo que el estudio de los tópicos puede significar para el diseño.
http://www.uhu.es/miguel.marquez/publicaciones/Tema.pdf

martes, 18 de septiembre de 2007

Los tópicos como liberadores de la creatividad

Los tópicos son “aquellos como manantiales de donde debemos sacar las pruebas” asegura Quintiliano (lib. IV, cap. X, Institución oratoria). Esto los ubica dentro de la primera de las operaciones del discurso retórico: la inventio, es decir, el momento más importante en la construcción de cualquier acto de habla o de creación.
Los tópicos también se conocen como “lugares comunes”, la vida cotidiana en todos sus niveles está atravesada por los lugares comunes. Repetir definiciones y ligarnos a esas definiciones como verdaderas, ciertas o mejores, es parte del proceso de la tradición.
Decir que “el amor lo puede todo” es un tópico que proviene del sistema de valores originado durante el siglo XVIII, y es un tópico que continúa moldeando las realidades mentales y prácticas de millones de personas. Baste decir que bajo este supuesto mucha gente contrae matrimonio o lo disuelve; bajo este precepto se diseñan tarjetas de obsequio; porque “el amor lo puede todo” la campaña de Sprite nos muestra en televisión a una serie de enamorados que ilustran tanto este tópico como el que dice que la pasión amorosa es incompatible con la inteligencia, otro lugar proveniente de la tradición romántica. Como vemos en este breve ejemplo el amor como tema puede ser construido de maneras muy distintas, dos de ellas son “el amor lo puede todo”, y --diríamos a la mexicana-- “hormona mata neurona”.
Lo que resulta interesante respecto a los tópicos es que en sí mismos constituyen fórmulas endurecidas con el tiempo y la repetición, que al mismo tiempo son sustituidas cada vez que las sociedades y las culturas sufren vuelcos profundos, por ejemplo ahora muchas personas creen en dos cosas 1) El amor lo puede todo y 2) El dinero lo puede todo. Hay objetos y discursos y diversos actos que refuerzan ambos tópicos, el asunto es que vistos así sabemos que se excluyen, sin embargo, al sintetizar estos tópicos lo primero que sucede es que los “vemos” como lo que son convenciones endurecidas por su repetición, por su reforzamiento, pero no son verdades absolutas.
Apelar a un tópico no sólo es necesario, sino que es ineludible. Los tópicos son relatos condensados cuyo peso específico es tal, que cualquier audiencia los reconoce. Ahora bien, los lugares comunes sirven para hacer aceptar o hacer rechazar cualquier propuesta, si el creador hace conciencia de los tópicos identificándolos y comprendiendo el argumento al que sirven, podrá no sólo reconocer un tópico cuando lo vea, sino que lo hará conscientemente, así evitará repetir, imitar ciegamente, descubrir el “hilo negro” de la creatividad, éste será el principio del camino hacia la constitución de un “estilo” personal o ideolecto que lo distinga del resto de los creadores.
“Porque así como son inútiles las flechas al que no tiene blanco fijo, así son superfluos los argumentos cuando no se considera de antemano para lo que sirven, y esto es lo que no puede aprenderse con las reglas. De donde se sigue que los que aprendieron por unos mismos preceptos usarán de los mismos argumentos; pero los que inventan discurrirán cuál más, cuál menos.” (lib. IV, cap. X)